jueves, 10 de octubre de 2013

Especial Otoño 2013: En el centro está la virtud

Ésta es la moraleja que podemos sacar de la lectura de Sentido y sensibilidad (Sense and Sensibility, 1811), la primera novela publicada por Jane Austen. Nuestra autora comenzó a escribir en 1795 un primer relato, Elinor and Marianne, en formato epistolar. Dos años después, se puso a pulir el texto hasta convertirlo en la novela que hoy conocemos. Sin embargo, no sería hasta el verano de 1809 cuando diese los primeros pasos para la publicación del libro, que tuvo lugar el miércoles 30 de octubre de 1811 (si me sé hasta el día de la semana, es todo gracias a cierta estupenda web que recomiendo a todos los fans de esta autora).
 
En resumidas cuentas, ésta es la historia de las hermanas Elinor y Marianne Dashwood, nacidas del segundo matrimonio de su padre. Éste, antes de morir, le pide a John, su único hijo varón y nacido de su primer enlace, que no deje desamparadas a su madrastra y hermanastras. Sin embargo, John y su esposa no tardan en dejarlas en la calle, por lo que la recién viuda se ve obligada a pedir ayuda a un primo lejano.
 
Las hermanas se adaptan mal que bien a su nueva vida, pero ninguna cuenta con que Cupido les va a poner las cosas todavía más difíciles: la tranquila Elinor, de diecinueve años, comienza a sentirse atraída por el taciturno Edward Ferrars, hermano de su cuñada, mientras que la apasionada Marianne, de dieciséis, pierde la cabeza por el galante John Willoughby…
 
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(Portada de la edición que tengo en casa; me gusta imaginar que la joven es alguna de las hermanas Dashwood esperando a su amado. Pero os advierto que la traducción de esta edición es pésima.)
 
Tenemos hoy aquí una de las novelas más conocidas y queridas de la literatura anglosajona y, por qué no, de toda la literatura universal. Se trata de una novela cuyo principal tema es la búsqueda del equilibrio personal, de la armonía entre la razón y el corazón. Jane Austen escribió la historia de las hermanas Dashwood con una evidente intención moralizante, ya que Marianne (que está en plena edad del pavo y no tiene término medio con sus emociones) se apasiona por Willoughby hasta el punto de perder la salud y casi también la cordura (sí, se puede afirmar que sufre una depresión) y ser irrespetuosa y descortés con los que la rodean (aunque debo decir en su favor que es difícil no serlo con según qué personajes…). Elinor no sufre este problema, pues es lo suficientemente madura como para mantener sus propias penas bajo control hasta hacerlas invisibles a los ojos de los demás y seguir cuidando de su hermana del alma. En este sentido, Elinor resulta ser un personaje plano, ya que no evoluciona ni necesita hacerlo, mientras que Marianne es un personaje redondo, pues se ve obligada a pasar por un dolorosísimo proceso hasta llegar a ese equilibrio mental que será la base de su felicidad.
 
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(Cartel de la celebérrima adaptación cinematográfica realizada en 1995 por Ang Lee)

Como en todas sus novelas, Jane Austen retrata fielmente las virtudes y los defectos propios de la gente de su tiempo; nuestra autora era una gran observadora del mundo que la rodeaba y supo plasmar maravillosamente los caracteres de los que la rodeaban. Entre las primeras, destacan, por supuesto, la bondad de las dos hermanas Dashwood, pero también la generosidad del coronel Brandon y la dulzura de Edward, amén del inestimable cariño y apoyo de la señora Dashwood y la pequeña Margaret (la simpática e indiscreta benjamina de la familia). Entre las segundas, podemos señalar la codicia de John y su mujer, Fanny y la desconsideración, a menudo morbosa, de la señora Jennings, entre otros muchos.
 
Todas las novelas de Jane Austen tratan sobre la búsqueda de la propia felicidad por diferentes medios (especialmente a través de cambios personales de las heroínas, como es el caso, y/o de los héroes), y si a eso le añadimos la fina prosa austeniana y su hábil sátira social, mejor todavía. Por todo esto, merece la pena conocer la historia de las hermanas Dashwood y ver en qué terminan sus desventuras amorosas.
 
Hasta la próxima página,
 
La Rebelde de los Libros

1 comentario:

Violeta dijo...

Esta novela, que leí hace ya muchos años, me gustó bastante. De entre todas las cosas que se podrían decir de ella, yo me quedo con la relación entre Elinor y Marianne, tan diferentes pero tan querida la una para la otra. Un excelente ejemplo de amor fraternal que no puede dejar a nadie indiferente.

Aunque yo sí que considero que Elinor evoluciona a lo largo de la novela. Aunque no deja de ser serena y racional, sí que se puede observar que también sufre, se ilusiona... y madura. Su evolución no es tan patente como la de Marianne, pero no es tampoco, bajo mi punto de vista un personaje plano.

Volviendo a lo que es la novela, pues sí, me parece muy recomendable, especialmente para los que disfrutan con el romance o necesitan una ayudita para encontrar el equilibrio que les falta.

PD. Tengo en casa Orgullo y prejuicio y La abadía de Northanger. A ver si me pongo al días con mis muchas lecturas pendientes y les echo un ojo.